Cómo salvar el mundo

La Casa Encendida acoge En Clave de Paz, un ciclo que propone herramientas para frenar la escalada de violencia global.

El mundo se ha convertido en un escenario de violencia. Da igual el alcance del conflicto –guerras estatales, interestatales o enfrentamientos aislados–, la población civil es siempre la principal perjudicada. Frente a esta situación, la búsqueda de paz se antoja cada día más urgente. La Casa Encendida, en colaboración con el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), inauguró ayer el ciclo En clave de paz que aborda las causas estructurales de la violencia y las posibles soluciones a los conflictos que amenazan la estabilidad global. El resto de sesiones tendrán lugar los días 17, 18, 19, 25 y 26 de octubre (entrada gratuita).

Más allá de los conflictos en Siria, Irak, Yemen o Sudán del Sur, existe otro tipo de violencia que se produce a diario en lugares donde no se ha declarado una guerra formalmente y que registra un mayor número de víctimas. “Honduras, El Salvador y Guatemala son ejemplos de esta violencia anónima que se alimenta de la carencia y la frustración de la gente”, explica Jesús A. Núñez, codirector del IECAH y ponente del ciclo. Y prosigue: “A diferencia de un conflicto entre dos bandos que se pueden sentar a dialogar, este tipo de violencia es más difícil de solucionar. Puede que haya cinco líderes o 20, o puede que no haya ninguno”. Sus consecuencias son globales. “El uso prolongado de la fuerza por parte de estos individuos, les otorga cierto poder político que influye, a base de extorsiones y corrupción, en la agenda de un país y en la agenda internacional cuando estos conflictos van escalando en importancia”, argumenta Núñez. Tanto la violencia anónima como las guerras acaban por expulsar a la población, creando desplazados y refugiados, y derivando en un problema humanitario que afecta tanto al entorno nacional como al regional.

La primera sesión de este ciclo abordó el concepto de paz centrado en las personas. “Una dictadura puede imponer cierta estabilidad pero la ausencia de libertades o la insatisfacción de necesidades básicas lo convierte en una paz negativa”, explica Núñez. La consecución de la paz positiva –relacionada con la igualdad, la justicia social y el diálogo– reside en el trabajo de los estados para garantizar la seguridad ciudadana. “Es muy poco probable que una persona que come tres veces al día, que se mueve y se expresa libremente recurra a la violencia cada vez que tiene un problema con sus vecinos”, opina Núñez, quien considera a Canadá un ejemplo de estado que trabaja por la paz positiva.

Y de esta falta de igualdad surge la cuestión de las mujeres y su papel en la resolución de conflictos. “Son una figura clave para acabar con conflictos y restablecer la paz, siempre lo han sido, el problema es que, pese a las resoluciones aprobadas por el Consejo de Seguridad de Nacionales Unidas, sigue habiendo muchos obstáculos para su participación de manera formal” explica Itziar Ruiz-Gimenez, coordinadora del grupo de estudios africanos de la UAM y expresidenta de Amnistía Internacional España, quien profundizará sobre este tema en una de las sesiones.

Preguntado por el conflicto social y político que atraviesa España en torno a la cuestión soberanista catalana, Núñez cree que, aunque no está programado, se hablará de ello a lo largo del ciclo. “España es un país democrático que tiene herramientas de diálogo. Estamos perfectamente a tiempo de encontrar una solución pacífica. Personalmente, me niego a pensar que esto pueda acabar en un escenario de violencia generalizada”, concluye.

Este artículo fue publicado originalmente en El País en octubre de 2017.

 

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