“Era nuestro segundo intento de cruzar el Atlántico para alcanzar Lanzarote desde la costa de El Ayun, Sahara Occidental. Yo era consciente de que podía fácilmente convertirme en una víctima más tragada por las aguas oscuras del océano. No dejaba de pensar en aquellos que perdieron sus vidas en el mar la noche anterior. Ellos también estaban intentando alcanzar su sueño de llegar a Europa para cambiar su vidas y poder ayudar a sus familias a escapar de la pobreza. Algunos querían estudiar, otros montar un pequeño negocio. Ahora ya no les quedaba nada, todos esos sueños habían sido cruelmente engullidos por el salvaje mar. Me acordé de lo que mi padre solía decirme: La vida está llena de deseos pero sólo unos pocos se hacen realidad. Comencé a llorar y a rezar para que en este nuevo intento pudiese llegar a salvo a la otra orilla. Antes de embarcar de nuevo en el mismo bote defectuoso y sin reparar los traficantes nos preguntaron si nos quedaban joyas o dinero. Nos recriminaron que el primer intento fracasó porque alguien no obedeció sus ordenes – algo que era absolutamente mentira –. Tras el interrogatorio subimos al bote y abandonamos la orilla atravesando a duras penas olas de varios metros. En tan sólo unos minutos el agua comenzó a entrar en el bote otra vez por lo que volvimos a hacer uso de los cubos para achicar agua. Aparte de este problema, el mar estaba mucho más tranquilo que la noche anterior. A las pocas horas el motor del bote se paró dejándonos a la deriva. No fue hasta la mañana siguiente cuando divisamos tierra. Estábamos viendo las costas de Lanzarote, ¡España! La alegría nos hizo olvidar la miseria vivida durante este largo viaje. Seguíamos sedientos y hambrientos pero la emoción de pisar suelo español era desbordante y revitalizadora”.
Kalilu Jammeh llegó a Lanzarote en diciembre de 2003 tras recorrer 17.000 kilómetros desde su país, Gambia, en algo más de un año. Este fragmento pertenece a su libro “El viaje de Kalilu”, una autobiografía que narra el infierno por el que tuvo que pasar para alcanzar Europa y el cuál empezó a escribir nada más llegar a España. “Con este libro busco concienciar a las sociedades y gobiernos europeos, e incluso a los gobiernos africanos, del drama por el que mucha gente tiene que pasar”, dice Kalilu durante la entrevista .
Muchos emigrantes abandonan sus países en busca de un futuro mejor, sin embargo, Kalilu quería un futuro mejor para él pero también para su gente. “El principal motivo de ir a Europa era encontrar los recursos suficientes para iniciar una organización con la que pudiera ayudar a mi país”, explica Kalilu. Desde que pisó suelo español no dejó de luchar para encontrar los recursos suficientes que le permitieran alcanzar su objetivo. “Montar esta organización era un sueño que tenía que cumplir, cuando llegué a España pensé que no podía perder ni un segundo más y que si no empezaba a moverme ya no iba a suceder nunca”.

Como muchos inmigrantes se topó con obstáculos laborales y burocráticos y durante cuatro años recorrió Cataluña, donde por aquel entonces se había asentado, hablando con diferentes colectivos e intentando conseguir financiación. Finalmente en 2007 el sueño de Kalilu se hizo realidad y con ayuda de la catalana Herminia Nubiola nació Save The Gambian Orphans, reconvertida ahora en fundación bajo el nombre Fundació Kalilu Jammeh, cuyo objetivo era mejorar las condiciones de vida de las comunidades en Gambia para evitar las migraciones ilegales que en la mayoría de los casos condenan a la gente a morir en el trayecto. “En mi país, en mi región hay muchas personas que no tienen ni agua, niños que no tienen la oportunidad de ir al colegio”, explica Kalilu. Fundació Kalilu Jammeh continúa hoy trabajando en el municipio de Jirong, en el norte del país, desarrollando proyectos agriculturales y sociales. “Estamos dando un futuro a la gente para que no se tengan que marchar”, dice Kalilu.

Kalilu se siente afortunado porque pudo escribir un final feliz a su historia. Cuenta que regresar a su país fue uno de los momentos más felices de su vida. Volver a ver a su familia y a sus amigos después de tanto tiempo. “Muchos se sorprendieron de verme vivo, pensaban que había muerto”, dice ahora riéndose.
Cerca de Gambia, en la vecina Senegal, Yayi Bayam Diouf lucha también para evitar el drama de la emigración ilegal, un drama que ella vivió en su propia familia. En 2006 su hijo cogió un bote ilegal rumbo a Europa. Yayi no ha vuelto a saber de él. Cuando aquello sucedió, Yayi comenzó a hablar sobre su perdida con otras madres dándose cuenta de que no estaba sola en esta tragedia y decidió entonces crear Collectif des Femmes pour Le Developpement Intégré, una organización que busca concienciar a las comunidades, especialmente a madres, de los peligros de las rutas ilegales hacia Europa. En la mayoría de los casos son las madres las que proporcionan apoyo moral y económico a sus hijos para emprender estos peligrosos viajes.
Aunque la organización comenzó dando cobertura únicamente al pueblo costero de Lebou, actualmente el colectivo fundado por Yayi tiene una trascendencia nacional e incluso internacional. Los gobiernos de Senegal y España junto con asociaciones ciudadanas participan hoy en iniciativas para luchar contra las rutas ilegales de emigración que ponen en peligro la vida de muchas personas.
Sin embargo, Yayi ha querido ir más allá para ayudar a su país. Hoy su organización trabaja también para ayudar a aquellas personas que consiguieron alcanzar Europa pero que por diversos motivos se han visto obligados a retornar y experimentan serias dificultades en su proceso de readaptación. En su visita a Senegal, Red Acoge fue testigo de la magnífica labor que Collectif des Femmes pour Le Developpement Intégré realiza en el país dando apoyo formativo e intentando asegurar la reintegración de estas personas.

El emprender un viaje de estas características conlleva muchos riesgos y dificultades, dificultades que en la mayoría de los casos no acaban cuando la persona llega al país de destino. En ocasiones el sueño de alcanzar un futuro mejor en Europa se torna pesadilla para muchos de ellos. La precariedad laboral, la falta de trabajo o la imposibilidad de regularizar su situación son motivos de peso que les obligan a plantearse el regreso a sus países de origen. Sin embargo, muchos no pueden ni siquiera costearse el billete de vuelta y se ven atrapados en un especie de suerte que nunca imaginaron. En 2014 y tras recibir multitud de peticiones, Red Acoge comenzó a desarrollar un programa de “Retorno Voluntario” para ayudar a personas que se encontraban en situación de vulnerabilidad en España y que deseaban volver a su país pero no tenían recursos para ello. El programa les proporcionó asistencia integral que incluía asesoramiento, gastos de desplazamiento, apoyo psicológico y trámites con la administración.

Elhadji fue una de las personas que se acogió al programa de “Retorno Voluntario”. Red Acoge le visitó en Senegal meses después de su vuelta. Elhadji cuenta que intentó montar una granja de pollos con el dinero facilitado pero que el negocio se hizo insostenible debido a la falta de financiación.
Mbuyi Kabunda, investigador especializado en problemas de integración regional en África, explica a Red Acoge que aquellas personas que deciden volver voluntariamente suelen experimentar dificultades de readaptación y que en muchos casos se enfrentan a «la humillación de la vergüenza por parte de sus familias». Esto se debe en gran parte a las falsas expectativas que se crean en las sociedades africanas sobre Europa. Mbuyi cree que son los propios gobiernos africanos los que deberían desmentir estos mitos para evitar viajes peligrosos que no siempre acaban en el destino deseado o que incluso, a largo plazo, se truncan en fracaso.
La decisión de Elhadji de volver fue prácticamente forzosa porque en España no tenía trabajo. Su entorno le reprochó que no hubiese conseguido sus objetivos, e incluso su familia se mostró inicialmente reacia a aceptarle de nuevo. Meses después consiguió trabajo como pescador y ahora vive reintegrado en su sociedad.
En el caso de Abdoulaye Diop, otro emigrante al que Red Acoge ayudó a regresar a Senegal, su retorno estuvo marcado por la repentina muerte de su mujer. Se encontraba en España, donde pretendía encontrar un trabajo para mandar dinero a su familia en Senegal, cuando recibió la noticia. Sus cinco hijos reclamaban su ayuda por lo que Abdoulaye se acogió al programa para regresar cuanto antes a su país. Utilizó la ayuda económica de 400 euros para comprar comida y material de pesca para sus hijos mayores, aunque durante la visita de Red Acoge a Senegal Abdoulaye no había encontrado trabajo todavía.
La mayoría de emigrantes que emprenden su viaje a Europa lo hacen forzados por la desigualdad, la pobreza y la falta de democracia que reina en sus países. La proximidad geográfica con Europa les empuja a iniciar una travesía que en muchos casos no consiguen completar. Aquellos “afortunados” que tras meses e incluso años de miseria consiguen alcanzar la “tierra prometida” se enfrentan a menudo a otra realidad. Kalilu, Elhadji y Abdoulaye no tenían billete de vuelta cuando abandonaron sus países aunque por diferentes circunstancias todos ellos acabaron regresando a casa.
Este reportaje fue publicado en la revista Derecho 13 en abril de 2016.